(Non título 353)

Si todas las señales me marcan el camino

¿Por que no cojo la senda marcada?

Si las nubes hablan…

¿Por que no atiendo a las palabras húmedas que me ofrece?

Meditaciones de Braunw (la caverna opaca)

UNA MOTO LLAMADA COPITO NIEVE

“Algunos objetos parecen que tiene alma”.

Con esta sentenciosa frase comienzo este relato, sobre curvas, decisiones y autobiografía. El porqué de este, tal vez sea mi pequeño homenaje a un escritor que siempre me ha fascinado. Une su gran pasión con volar, con su pasión con escribir. En mi caso, no estoy ala altura, (entiéndase el juego de palabras) de Richard Bach, pero algunos de sus libros me hicieron pensar y decir eso, ya me parece mucho. Por otro lado, casi nunca utilizo mi propia voz, sino la tercera persona y también me ha servido como experimento.

Ya saben, como buen Prestidigitador de las letras que soy, si parpadean se lo pierden, atentos, agárrense, porque hoy la cosa va de curvas, vida, velocidad, y libertad, aunque esta última se escriba con B. Preparados, que esto empieza….

… La mañana quedó fría, tan fría que casi no apetecía levantarse y sacar los pies de entre las sabanas. Más aun, diría que siendo fin de semana y no tenido ningún tipo de responsabilidad al respecto y menos aún ningún evento social, no comprendo para que madrugar tanto. En pocas palabras no había quedado con nadie importante.

Pero la tecnología a veces es caprichosa y Mar, hacía días que se había roto; que por caprichos de la mecánica, debería pasar por el hospital una temporada. Yo, como soy una persona poco paciente, decidí agenciarme otro juguetito, mientras a Mar, la ponían a punto.

La noche anterior, me acosté tarde, debido a esa ansiedad que me produce que llegué el fin de semana y no tenga nada que montar. La ruta es lo de menos; siempre hay carreteras por descubrir, pero sin una “burra”, eso es muy difícil. Así que aquella tarde noche, me la pasé buceando por páginas de compra venta de segunda mano. Para hacer un símil, parecía que estaba en una aplicación de citas discriminado posibles pretendientes

-Demasiada gorda, demasiado esbelta, no me apetece tantos tacos en las ruedas, la veo muy canija, demasiados kilómetros, demasiados años…, (bueno eso tampoco ha sido un requisito que me haya echado para atrás a la hora de elegir, no solo un “hierro”, sino otras compañías).

No estaba buscando ese tipo de modelo, la verdad, pero como en el buscador puse un precio casi irrisorio, me salieron distintas posibilidades a cual menos apetecible, además me jodía deshacerme de Mar en el fondo; así que decidí poner esa cantidad. Sería algo de tránsito, mientras esperaba.

Al final, viendo las horas que eran y que el sábado estaba más cerca, empecé como un desesperado teenager  antes del baile de fin de curso a mandar mensajes interesándome por motos que en la vida hubiese comprado. Al final, uno picó

-Si te viene bien mañana a las nueve puedo enseñártela- rezaba el mensaje.

Las fotos que tenían no eran del otro mundo y el color, blanco, me atraía poco o nada, pero a esas alturas de mi desesperación, la verdad pasé por alto muchos de mis dogmas, muchos de mis principios inquebrantable, que una y otra vez he repetido a muchos compañeros de asfalto, en muchas quedadas o en alguna que otra concentración. Pero ya sabéis, la desesperación, no entiende de moral y estaba dispuesto agárrame a cualquier clavo hirviendo.

Al final, y para no divagar más, la alarma sonó. Eran las cinco de la mañana y me quedaban unos cuantos kilómetros para ir a ver algo, que ni siquiera me apetecía comprar, pero que ya casi había apalabrado.

Mientras ponía pie a tierra, caí en algo fundamental. ¿Cómo iba a llegar aquel pueblo? Si me iba en coche y me gustaba la moto, ¿Cómo iba hacer para traérmela? Nunca he pensado mucho en las consecuencias de mis actos, este es un claro ejemplo, pero al final, no sé por qué; todo termina saliéndome bien.

Al prepararme el café se me cayó la taza y creó en el suelo la típica mancha de un cuadro figurativo de algún pintor abstracto, pero a mí lo que me produjo fue un escalofrío; -se me torcía la mañana- pensé. Como buen obsesivo compulsivo que soy, cualquier señal me produce la extraña sensación apocalíptica, de que algo va a ir mal, pero hay veces, como en mi vida personal, que no se leer bien las señales….

Hubo un momento que por mi cabeza pasó la idea de escribirle un mensaje, inventándome una excusa y pasar de la compra. Pero el destino es caprichoso y conforme que cogía el teléfono sonó la entrada de un mensaje de un amigo. Me ofrecía una de sus motos mientras ponían a punto a Mar.

Éste, que de profesión es camionero, pero que en sus ratos libres montamos juntos, me escribía hablándome que salía a media mañana. Desconozco como se había enterado de lo de Mar, pero me ofrecía una moto clásica que tenía mientras me la arreglaban a Mar y no quedarme en tierra.

Al final, seguí la señal y le escribí al chico de la moto diciéndole que si me gustaba la moto, si tendría algún problema para quedársela varios días, pero le aseguraba que iba a ir a probarla y comprarla. Le confirmé que estaría a la hora acordada. Su respuesta fue afirmativa y quedamos en los mismos términos.

Mientras me arreglaba me vino a la memoria, que tendría que disfrazarme de motero. La verdad suelo utilizar ropa normal, abrigada y fuerte, pero nada de botas de moto o chupas imposibles. Así que ya que me dejaban una moto clásica, lo mínimo que podía hacer para tan inefable cita, era vestirme para la ocasión y ponerme mis viejas botas de moto y mi chupa. Busqué entre el amasijo de ropa y lo encontré. A mi memoria vino la pregunta que todos los que me conocéis, alguna vez me habéis hecho ¿Por qué? ¿Qué es lo que me pasa con ese rollo de montar en moto?

Debería de ser consecuente con lo que siempre os cuento; es la gran mentira que esconde la pequeña verdad. A mi montar en moto me aterra, me da miedo, pero es más fuerte la sensación de descanso mental por unas horas que la sensación de miedo o pánico. No sabéis lo difícil que es para una persona que tiene mil ideas por segundo vivir así 19 horas al día; el resto del tiempo duermo y  mi conciencia onírica es muy vaga y no recuerdo lo que he soñado. Diría que es un gusanillo, que empezó cuando mis padres me regalaron mi primera bici que parecía una motoreta con el número 353. Desde siempre me han perseguido los números pares y por eso en mi infinita rebeldía siempre prefiero la imparidad del 7, del 5 o del 3.

Al final, me reuní con este amigo que salía a trabajar desde su garaje. La mañana que había quedado fría y húmeda, pues los días anteriores había llovido copiosamente y un temporal se había instalado en la zona y no quería abandonarnos, no invitaba mucho hacer esa barbaridad de kilómetros con una moto que nunca había conducido, pero ya sabéis, el corazón no entiende de razones.

El firme en la ciudad estaba muy mojado. Aspectos, que junto con la taza rota, me iban poniendo más nervioso y la fastidiosa Ansi; como llamo a la ansiedad crónica que padezco, aparecía para hacer de las suyas, la combinación era cuanto menos poco halagüeña, casi aterradora, pero ya había quedado…

Después de un café rápido en una cafetería o panadería, la verdad no lo recuerdo bien, que había cerca de su casa y que abría muy pronto, mi amigo me dio las llaves de aquella moto que apenas cogía y que me prestaba. Me explicó lo básico; funcionamiento de intermitentes, claxon, punto de aceleración, embrague largo… un sinfín de indicaciones que la verdad, pasé de prestarle la más mínima atención. Me explicó donde la tenía aparcada y me pidió que la lona que la cubría, la guardase en las maletas, pues después de utilizarla yo, la dejaría una temporada parada.

Siguiendo sus indicaciones y recreando lo que parecía la búsqueda de una reliquia sagrada de típica película de aventuras, pues no le preste tampoco mucha atención de donde estaba, encontré aquel “hierro” tapado con una lona. Estaba en un garaje donde el frio era opaco, donde la oscuridad era demasiado brillante, tanto que parecía una claridad oscura. Era donde los sueño se cumplen… bueno decir eso sería adelantaros el final.

Al quitarle la lona encontré un hierro, muy antiguo, de entre principios o mediados de los noventa. La marca BMW, eso me gusta, pero el estilo no, -una toruing, demasiado tranquila, demasiado señorial para mi estilo, demasiado….,- pero lo que más me fastidiaba era… muy bien, veo que lo habéis adivinado, su color; blanco. Un color muy sucio para cualquier vehículo.

Esta relación empezó mal, pues como algunas veces no presto atención debida, no alcance a saber cómo arrancarla y después de estar un buen rato mirando alrededor de la moto, lo digo literalmente, encontré que le habían cambiado el lugar del encendido. Al girar la llave, tosió, como puede toser un niño pequeño, un sonido eléctrico de motor de arranque, pero sin nada de chispa. Pensé, -esta no arranca, a saber cuánto tiempo lleva parada, no tendrá batería…- le di al corte de la llave y volví a girarla.

Esta vez sonó como suenan mil truenos, como si se pusieran de acuerdo mil cañonazos para sonar a la vez, como si mil petardos retumbaran a tu espalda de forma simultánea. Esa es la forma que tenia de revindicar su naturaleza. ¡¡¡Uff!!!, aun escribiendo esto, me da un vuelco el corazón al recordarlo. ¡Sí! Me asusté, no me esperaba que sonara así.

Tras esto, salí del garaje y recorrí la ciudad con precaución, intentado sentir cómo se comportaba en bajos. Haciendo un símil, era como una primera cita. Pero esta cita no me apetecía tenerla; esta cita era como engañar a Mar, pero en el fondo ya la había reemplazado yendo a ver a otra, ¿no?

El destino se encontraba a unos 350 km., de distancia, así que como no tenía ni idea de consumo, paré a repostar. Imaginároslo, al igual que al encenderla, me pasó lo mismo para abrir el depósito. Todo un despropósito.

-Bueno, ya estoy preparado-, pensé para mí. Era la hora de que máquina y hombre se pusieran en camino. Cogí, como es muy normal en mí, el camino más lento, el camino más largo, el camino más difícil. No sé por qué, pero al igual que en esa ruta, no me gusta hacer las cosas como todo el mundo, sino a mi manera.

Las primeras sensaciones fueron, bueno, algo decepcionante, al ser un estilo distinto de conducción del que estaba acostumbrado, no me hacía con una postura natural que me fuese cómoda, pero eso te lo da hacer kilómetros, y sabía que aun tendría que hacer unos cuantos más, solo había recorrido 30 kilómetros.

Pase por distintos pueblos de la campiña, y como toda carretera secundaria, esta tenía ese aterciopelada piel de cocodrilo tal y como denominan algunos ingenieros civiles al mal estado de algunas carreteras secundarias con poco mantenimiento.

No me fiaba tampoco mucho de las gomas de la máquina, así que procedí a ser más cauto, más precavido, raro en mí; sí; pero necesario, pues la moto ni era mía, ni me gustaba y tampoco tenía ganas de besar el suelo.

Los kilómetros fueron cayendo y la incomodidad del principio pasó a un malestar insoportable, fastidioso. Ya sabéis, no era ella, soy yo. ¿Cuantas veces habré dicho esa frase en otro tipo de situaciones?, terminé esbozando una sonrisa.

Llegué a una parte del camino, donde las curvas desaparecieron y se convirtieron en largas rectas. El sol empezaba despuntar y lo agradecí, pues parecía que el frio desaparecía y mis entumecidas manos y piernas necesitaban un respiro. Pero como ya os he dicho, la postura no era la correcta y mi estilo, hacía que su diseño no sirviese de nada para evitar las inclemencias climatológicas.

Me empezaba a desesperar aquella situación, y eso, no me suele pasar cuando monto.

En el primer descampado que vi, paré, quería comprobar el GPS y ver cuánto me quedaba. -Aún faltaban casi 280 kilómetros… Este viaje parece que jamás va a terminar y para colmo, me la tengo que traer de vuelta- 

En el programa que tengo para orientarme me salió el aviso que a unos cuantos kilómetros había una antigua estación de tren convertida ahora en restaurante. No lo pensé mucho.

-Pararé allí, le escribiré al chaval, diciéndole que no he podido ir y me esperaré a que Mar salga del taller. Al fin y al cabo, me gusta mi moto, ¿para qué quiero otra?

Tras este pensamiento tan profundo y raro en mí, arranque de nuevo aquel instrumento diabólico de tortura y me dirigí a la Estación. Llegué relativamente rápido. En ese trayecto, me sentí muy cómodo, pues sólo pensaba en llegar, sólo pensaba en conducir. Me cambió un poco el ánimo. Además la promesa de algo caliente y algo de comer me motivaba bastante.

Llegue muerto de frio y aquella señora de gafas empañadas y moño recogido en la coronilla, me puso enseguida el café. Esa sensación me trasformó el humor, además me invitó a que pasara a una sala que antes era el andén y que había reconvertido en una terraza con chimenea. Estaba cerrada y caliente. Lo agradecí.

No puedo calcular el tiempo que pasé allí ensimismado con las llamas de la chimenea, pero lo bastante para que se enfriara el motor. Al ir a pagar se me acercó un oficial de la Guardia Civil y me preguntó a donde me dirigía. Yo se le explique y él, muy cortésmente, me dijo que tenía que tomar una ruta alternativa, pues con la lluvia el sendero que me había marcado estaba cerrado. Me explicó donde tenía que desviarme y fue por ese motivo, por el que me encontré con algo especial, fue donde encontré… no nos adelantemos aún a lo hechos.

Tras unos kilómetros de carretera secundaria, el compañero de éste, que me precedía en todo momento, me hizo señales para que cogiera el desvío. Me aventuré, con más miedo que valentía por aquella carretera. ¿Qué puedo deciros? No siempre hay valentía, por cierto me guardo dar detalles de la ubicación, porque es de las más bellas rutas que he hecho, que he visto, que he disfrutado y la incomodidad, que hasta ese momento había sido patente desapareció. Además que es donde encerré en el depósito, aquel sentimiento de agobio tan patente últimamente, transformándose en una delicada voz que me acompañaría toda la ruta a la que llamamos vida.

¿Que si disfruté? Muchísimo. Aquella BMW K75 blanca, me enseñó algo que tenía guardado. Algo que yo no me esperaba. Empezábamos a entendernos, pero seguía algo desconfiado, ¿por qué? No me hablaba, no se comunicaba conmigo, estaba teniendo un monologo con una máquina y ella no se dignaba a contestarme, solo me escuchaba.

Bueno, algunos pensáis que estoy algo loco y es verdad, lo estoy. Me da por hablar solo y si voy en moto, hablo con ellas. Les cuento mis anhelos, mis sueños, mis aventuras, o mis preocupaciones o miedos. Ellas me responden acelerándose un poco y yo diciéndoles que pueden correr libres. Se emocionan y me regalan cantos transformados en aceleraciones suaves y potentes, con tumbadas infinitas y seguras,… no sé muy bien como describirlo, pero me responden a su forma, o al menos eso creo, porque muchas veces, hay otra voz en mi, con la que mantengo ese dialogo. Es como si hubiese encerrado un espíritu amigo en el depósito y se alegrara del hogar que le doy, como visitar a un viejo amigo, ¿no sé si me entendéis o me explico bien? Pero es esa sensación… solo la tienen aquellos que disfrutan montando.

 En cambio, esta BMW, no me contestaba. Le preguntaba y obtenía el silencio por respuesta. Llegué a pensar que esta moto no tenía alma, pero me equivocaba.

La ruta hasta el punto de 30 km para el final fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, no solo por las curvas lentas o por la ausencia de cualquier ser humano, lo cual agradezco, sino por sentir lo que es ser como soy. El frio en la cara, el calor del motor entre las piernas, el sudor frio de una curva más cerrada de lo normal, las vibraciones en el manillar por los baches en la carretera, los momentos de ingravidez por un resalte, reducir de marcha y ver como el motor frena y se acelera en mágica música de petardeo…. sensaciones que te deja circular en moto.

No me di cuenta, pero ella me estaba hablando, a su forma, pero me estaba hablando, me hablaba como me tenía que hablar, como se había comunicado con sus anteriores compañeros; con extraños cuando corría demasiado, con bloqueos cuando la exprimía, o con un sonido precioso cuando la llevaba a la revolución correcta. Era un lenguaje, que ahora entiendo.

Al final, no sé qué circunstancia determinó el resultado, pero terminé como casi siempre, perdiéndome, aunque yo lo llame aventura,estaba perdido en mitad de una zona de jara. Aunque la carretera estaba firme y bien pavimentada, era un camino de un parque natural. Entre barrancos, vaguadas, puertos y desfiladeros, aprendí lo que es la conducción lenta, lo que es la retención del motor para conducir con marchas cortas y llevar la velocidad adecuada sin perder potencia, que hacen que la rueda motriz agarre cuando tiene que agarrar, que la tumbada sea segura. Aprendí que con un suave giro de muñeca, salía como una exhalación de las curvas; mientras que antes tendría que haber tirado de freno para tomarlas y reducir en mitad de ellas.

Pero como todo en esta vida, aquella sinuosa carreta, que más tarde me enteraría que solo muy pocos se atreven a tomar, se terminó por acabar y terminé en el puente de una presa. La estampa final fue, cuanto menos, indescriptible. Ni vendiendo mi mejor verso podría comprar las palabras para descubrir aquello. La BMW blanca me llevo donde mi agitado corazón quería ir, donde quería estar, donde quería llegar.,

Como si de un caballero andante se tratase, buscando a una princesa a la que rescatar a lomos de un corcel blanco, me llevó exactamente al sitio donde una vez fui feliz, donde tal vez, quiera el destino que los caminos converjan, pero eso, eso es otra historia. Historia que le he contado multitud de veces a Copito y que ella se alegra cuando se la cuento, será porque dormimos ya juntos, será porque Copito me entiende, será porque tenemos los mismos anhelos, no lo sé….

Para terminar, os diré, que nunca llegué a la cita donde pretendía comprar una moto blanca…

….que el chico que pretendía vender una moto, se quedó esperándome,

… que mi amigo, sin que él lo esperara, se quedó sin una sus motos,

…y que Mar Tillo, aunque la amé y medio muchas alegrías, jamás volvió a mí…

Como os he dicho al principio, algunas veces tomo decisiones que no entenderíais, pero que ahí están. Que son la esencia de mí y porque no decirlo, son las más acertadas.

Como ya os he dicho antes, al llegar aquella presa, no me baje de una BMW K75 blanca, no miré una BMW K75 blanca, sino que la observé, como se miran dos amigos, como se miran dos compañeros, como se miran dos partes de un todo… y me di cuenta de muchas cosas. Fue en ese momento, cuando dejó de estar callada, fue ahí cuando escuché por primera vez su voz, fue ahí cuando cambié todos mis esquemas, fue ahí cuando decidí darle un nombre, fue ahí cuando decidí llamarle, COPITO DE NIEVE, porque como buen corcel de un caballero andante, es blanca y me acompaña en todas mis aventuras….

Gracias Papá por aquella motoreta 353 y por enseñarme a que los sueños SIEMPRE se cumplen…

Nota, dedicado a mi pasión que nutre mi desahogo a través de las letras, a una parte de mí y a ti… porque, aunque no lo creas, COPITO está deseando llevarte a dar una vuelta…

Las rutas…

Antes siempre estaba dispuesto a partir, sin rumbo, sin coordenadas a las que ceñirme. Pero eso era antes.

Ahora parto para volver, no se por qué, pero ahora vuelvo a ti, como un trozo de ferro, atraído por la piedra imán magnetizada que atrae todo el material del que están hechos mis sueños.

La mañana se quedó dormida y no madrugamos, mientras, ambos, teníamos ganar de seguir en la cama. Nos mirábamos, sin decir nada, pero conociéndolo todo… hay veces que entre tú y yo solo nos basta una mirada, una sonrisa o solo una caricia para intuir, vaticinar o percibir lo que nuestro cuerpo desea, lo que nuestras almas anhelan.

Los besos no tardaron en llegar, mientras encima el uno sobre el otro estaban. Tu respiración empezó a cambiar, veía tu aliento de rosas y escuchaba el tacto de tu piel desnuda en mi cuerpo. Las sábanas, que siempre fueron muy sabias, se transformaron en suaves hojas que nos sostenían.

De entrada, sacaste tu mano atrapada por la mía, para pasear por toda mi espalda en suave y rítmica sintonía a la respiración. Decidiste dejarla en mitad, para suavemente apretar tu cuerpo junto al mío.

Ambos ya desnudos, embocada la serpiente, me dirigiste:

-suave… despacio… así… susurrándolo al oído. Tu voz salía cálida, algo ronca y entrecortada.

Abrí mis ojos, dejando de besar tu cuello y labios y me quedé sumergido en tu pupila gris sin dejar el ritmo interpuesto para tu goce. En aquel momento, tenías los ojos cerrados, pero sentiste como mis negros y mentiros ojos se clavaban en ti… lo percibiste y me dejaste que sumergiera no solo en tu mirada, sino en tu alma…

Viendo tu goce, decidí tomar otro rumbo, baje muy lentamente a las montañas que antes estaban aprisionadas y bajé para conquistarlas, para besarlas, con suerte de lengua. Mientras tus manos se enfocaron en los rizos de mi cabeza, escuchando de nuevo el vaho de placer que se escapaba de tu boca. Escuchar aquel goce hizo que la temperatura oscilante de aquellas sábanas subieran, queriendo las mismas, ser aún más suaves, pasando de fino hilo a terciopelo…

Los distintos efluvios corporales aparecieron, para que la lubricación de nuestros cuerpos fuese más suave… ¿no íbamos a gripar aquel motor llamado amor, no? En ese instante volviste a requerir con tus manos que te mirara, pues tus labios echan de menos los míos y me hiciste que te mirara de nuevo.

Aquella sonrisa pícara que dibujé en mi, fue la declaración de que partía… tu asombro fue mayúsculo. Noté como tu respiración se agitaba más aún… ya sabes donde me dirijo, ¿no?, pero antes de llegar, me quise entretener y parar por tu vientre y ombligo. Iba en busca de una cueva, pero no era esa. Aunque me pareció simpático parar allí y crear un instante de expectativa y misterio… ya deseabas que llegara a donde fuese…

Poco a poco, saltando a besos y caricias con mi lengua, fui al sur de tu ser… primero, encontré aquel diminuto bosquecillo pubico . El mismo se entremezcló con el bello de mi cara. Olí fuerte, quería emborracharme de aquel perfume que desprende ese barrio de tu cuerpo. Me embriague… poco a poco mis pupilas olfativas se llenaron de ese perfume fatuo. Estaba ante la puerta…

Volviste a levantar mi cara, de entre tu cuerpo afónico y tembloroso. Tu ojos entre abiertos ya conocían lo que a continuación haría mi bífida lengua perturbada, emborrachada de tu olor y adicta aquel néctar que me esperaba tras la puerta del deseo. Aquella mirada me ofreció explícitamente la venia para llamar… algunas veces es necesario pedir permiso para entrar. Lo obtuve.

Algunas veces, cuando se llama, no se golpea, sino que se acaricia, se besa, se susurra. De esta forma es más fácil que te dejen entrar. Y así fue…. Con el primer susurro lo supe. Me introduje en aquel angosto cubículo tan desconocido por mi, tan anhelado por mis gusto.

Sentí aquel escalofrío por mi espaldas, mientras empezaste a convulsionar. Estabas al principio algo tímida y viniste a reclamar mis besos y labios en otro sitio… pero me negué con determinación…. Al final ese reclamo quedó en nada y me dejaste “hacer”…

Minutos después, cuando mi sed quedó saciada, regresé por el mismo camino que me había llevado hasta aquella puerta oscura, húmeda, ardiente y carnosa… ¡que placer aún recordarlo!

Con tus finas manos volvisteis a embocar mi serpiente en la cueva donde hacía unos segundos habían estado mis labios… liberando toda una suerte de movimientos…

– despacio… así… sigue… despacio y fuerte…- empezaron a brotar aquellas palabras de tu boca, mientras volvías a reposar tus brazos a lo largo de mi tronco…

El baile espasmódico llegó… arrítmico y sin sentido que acompasaba el ritmo de nuestro deseo…

Mis gruñidos no tardaron tampoco en llegar y aquello subió aún más tus ganas, tu deseo… (se cuando alguien desea que toque su alma) y por eso fui generoso y mantuve la potencia a registro bajo… quería que esta carrera llegaras tú antes.

Esta vez fuiste generosa y al final, me esperaste en la meta, para que ambos cruzáramos sino a la vez uno detrás del otro…

Lo supe… ambos, con aquella carrera, alcanzamos cotas celestiales…

Me fui a apartar para liberarte de mi pesado cuerpo, pero llevaste mi cabeza a tu regazo y allí solicitaste tu premio conquistado… querías que te abrazara y que entráramos los dos por las puertas de Morfeo para obtener el descanso tan necesariamente deseado… tan necesariamente merecido…

Fue allí y no en otro lugar donde por fin encontré descaso y sueño a los sueños, para los sueños y por los sueños anhelados…

Por eso… my life… my rules….

Es la forma en la que suelo comunicarme cuando hablo en lenguaje universal de la pasión…

Error de cálculo

Aquella mañana te levantaste con ese sabor a revancha. Nada de eso, te levantaste con el sabor a decisión. Me hablaba así mi conciencia.

Si, todos perseguimos ir al cielo, es la mayor estupidez, pues este no es un lugar sino un estado.

Alguien me dijo, que el mayor invento del siglo XX, había sido la felicidad, buscada por todo el mundo a través de seis formas. Un error de cálculo bastante modal.

Por eso, una vez abandonada ya la idea de que el cielo es un lugar, ya sea metafórico, ya sea geográfico, la idea de la cosa eterna tras el largo sueño se me aventura también como falso. Entonces solo queda una solución ockhamniana, vive feliz sea cual fuese la coyuntura…

Al encontrarte, fui feliz, también lo soy ahora engañándome con una continuidad que no existe. ¿Es la mentira una compañera de la felicidad? Ni idea, pero en mi situación, esta si la acompaña…

Ya no me atraen esas puestas abiertas a la esperanza. Otra gran mentira del ser humano. Aunque parezca pesimista, en realidad, me engullo de sinceridad… pues lo único que sé, es mentirme para consolarme.

La Carta (III parte)

La verdad, no es sólo la autenticidad de los hechos, pues esta, siempre va a estar supeditada a la parte que la cuenta o que la vive. La verdad es algunas veces la mitad de la realidad, pues siempre viene dada por las partes que la viven. Esta tercera parte que aquí os presento, es sin duda un intento de hilvanar la historia de una carta. La ensoñación de un aspirante a escritor y sicario de la letra. Si en la primera parte hablamos del contenido y mensaje, seguidamente del dominio del silencio, ahora nos queda hablar de la motivación. Sin verdad, sin mentira, los hechos se hacen por motivación, ya sea honrada, ya sea deshonesta, ya sea carente aparentemente de la misma… Prepárense para leer, ¿preparados?

-¿Por qué debería contarte quién es Rose?, había sentenciado Joaquín

Aquellas siete palabras, fueron la mejor motivación  que había escuchado Alejandro. De todas las preguntas que le podían haber hecho, esa sin duda, era la que menos se esperaba. No lo mal interpretéis. Se había preparado un discurso muy convincente, sobre cerrar círculos, ayudar a los demás… pero ¿qué se le dice a alguien que es dueño de su historia? Yo no lo sé, ni tampoco el protagonista de esta historia.

– No quiere saber dónde encontré el mensaje- contestó Alejandro.

– ¿Cuál de ellos?

– El de la botella azul.

– Todos los envié en una botella azul. Ni siquiera serias capaz de decirme que contenía antes de llevar el mensaje.

– No, no la he podido identificar

– Era ginebra, pero ya no la fabrican así. Seguramente la hayas encontrado en el estrecho o en Atlántico

La conversación quedó suspendida.

-Acompáñame, ya hoy presiento, que ella, no vendrá… por hoy ya está bien.- dijo Joaquín

Alejandro acompañó al farero hasta la subida de las escaleras, Joaquín se volvió con cara de hacerle una pregunta, pero al final le espetó;

– Eres joven, no te quejes-. En clara referencia a las escaleras. -Llevo muchos años subiendo y bajando estas escaleras, aunque tenía una razón.

Alejandro dijo, -siempre hay una razón-.

Ambos rieron, mientras subían por aquel espinoso camino, donde coronaba la casa del farero.

Al llegar arriba, Alejandro preguntó;

– ¿Está ya automatizado?

– Si aunque algo de mantenimiento le hacen desde Málaga. El programa no lo entiendo, vienen dese Comandancia a revisarlo. Yo solo me encargo de la radio y reportar el tiempo como pequeño punto de información meteorológica. Ya sabes, tipo media de precipitaciones, velocidad del viento, dirección, tipo de cielo, esas cosas. Por eso me dejan seguir utilizando la casa.

Al entrar en la casa, vio una casa escrupulosamente recogida, se notaba su rectitud. En la mesa que hacía de comedor, pudo ver extendido una serie de planos mareógrafos  y de corrientes. Al hacer una visión panorámica de la casa, que estaba construida a modo de espacio libre vio un viejo sofá, con una mesa auxiliar, una librería. Un televisor que había visto tiempos mejores, supuso que incluso estaba desconectado. Una pequeña zona junto con la pared sur, donde había un escritorio y encima una radio de onda corta. En la pared vio que había un plano colgado también de mareas y calados de la costa. En el mismo había distintas banderas. No las pudo contar, pero eran bastantes.

– ¿Todavía sigues en activo?,  preguntó Ale

– A veces le hago alguna sustitución a  Comandancia, pero nada significativo. Automatizaron el faro y solo remito datos del pequeño observatorio voluntario que tengo, como viento, velocidad y datos pluviómetros. ¿Quieres tomar algo?

– Un café estaría bien.

Puso en marcha una cafetera en la cocina donde el hogar de gas emitió el típico sonido de combustión y en pocos minutos el aroma a café inundo la sala. Sacó dos tazas de cerámica blanca, un azucarero y unas pastas para acompañar.

Ambos se sentaron uno frente del otro en la mesa del comedor, evitando las miradas; ambos estaban a kilómetros de distancia, perdidos en sus pensamientos, aunque los mismo confluían. En un momento Joaquín rompió aquel incomodo silencio

– ¿Dónde encontraste el mensaje?

– Cerca de mi faro, en la última cala de la de Trafalgar. Estaba enterrada, llevamos varias semanas de temporal y las mareas han ido cambiando.

– Sí, eso es verdad. Pero esa botella no debería haber tomado esa dirección.

– ¿Cómo?

Al fijarse bien, en la pared, vio, el famoso mapa mareo gráfico de la Real Marina encima de la radio. Era un mapa de corrientes, que tenía anotado con una letra fina y grácil, fechas, pleamar, dirección del viento, esos típicos datos para trazar una ruta. Era la misma letra que encontró en el mensaje de la botella. Ambos se acercaron. Alejandro con cuidado detalló por encima donde estaba ubicado su faro en el mapa y donde había encontrado Turco la botella.

– La carta tenía ya su tiempo. Sí, más del que debiese.- Dijo Joaquín.

-¿Qué pasó?

– Me equivocaría con mis cálculos.

– No, – le interrumpió Alejandro, -¿qué pasó con la chica?

– Ya te lo he dicho, ¿por qué debería contártelo?

– No sé, ¿por la molestia de venir a traerte noticias?

– Nadie te pidió que vinieras, nadie te dijo que preguntaras. Aún no has hecho la pregunta correcta, para que te cuente algo. Te agradezco la visita, como colega profesional. Pero que pensarías si te preguntara ¿por qué estas de farrero?

Alejandro quedó callado, fue por…- empezó a decir.

– Por una chica, siempre hay una mujer por medio….

Ambos rieron.

– Mira, la pregunta no es lo que pasó, la pregunta es por qué sigo haciéndolo, por qué sigo esperando todos los sábados de forma tan inútil, si yo mismo sé que ella no vendrá, pero al corazón se le puede engañar con la mentira de la ilusión y después de tantos años; la verdad, más que ilusión se ha convertido en un hábito. También es lo único que me hace seguir adelante, contar los días desde que pasa el sábado, hasta que llega el siguiente. Es una forma de pasar la vida como otra cualquiera.

– Eso no es amor, es mentira, es paranoia, es muy cruel contigo mismo

– ¿Te atreves tú a juzgarme? Antes de conocerla estaba vacío, pero en calma. Cuando entró en mi vida, llenó huecos que no sabía ni que existiesen. Llenó mis días con ilusión, mas allá de las obligaciones que tenía conforme a mi esposa o hacia mi tripulación. Sé que fue poco tiempo, pero aun así, la amé antes de conocerla, mi brújula apuntaba al medio de su ser y mis mapas solo me indicaban la ruta a seguir a su puerto. Las tardes de paseo y las cenas frías, se hicieron continuas. Amar no es una cuestión de tiempo. Muchos dirán que no la conocía, que era un espejismo o encaprichamiento, pero la verdad es que tú conoces a alguien una sola vez, el resto del tiempo descubres aspectos que hacen que te guste más… a mi todo lo que descubría de ella más me hacía inclinarme hacia ella.

Tras un breve silencio donde ambos se miraron y no se vieron, se intuyeron y no observaron, ¿Cómo explicarlo? Se estaban leyendo el uno al otro y Joaquín continuó- lo peor que le puede pasar a un marinero es que se enamore como yo lo hice. Me costaba partir y tenía ansias por volver, eso para un pescador es la ruina, pero nunca dejé mis obligaciones por cumplir, ni dejé de traer la cuota para que mi tripulación pudiese cobrar. Al final ya se sabe. Aquel vacío me dejó seco y sin fuerzas. Pero eso ya te lo contaré otro día.

Tras aquel ultimo alegato expuesto por Joaquín, la cara de Alejandro era un batiburrillo de emociones que el propio Joaquín supo leer. Para calmar aquella situación y ya que había sido uno de los pocos que se había atrevido a hablar con él, le dijo;

– Mira vamos hacer una cosa, vente la próxima vez que libres, me traes la botella y te contaré lo que paso.

Alejandro se le cambio la cara, aquello sí que no se lo esperaba, a lo que contestó;

– Bueno, creo que sería justo que yo te contara…

– Tranquilo, esta historia no es debida, esta historia te la regalo, si crees que estas en duda conmigo porque te cuente lo que pasó, te equivocas, lo hago porque lleva tiempo queriendo salir y creo que contárselo a un desconocido será más apropiado, ya que no está contaminado por lo que sabe de mi o por lo que pueda sentir por mi.

– Entonces la próxima semana.

Al salir de la casa, se percató de lo solo que están algunas persona y lo mayor que estaba Joaquín, de cómo su respiración se iba agitando por haber subido aquella maldita escalera y como se había alterado en su alegato. Pero bueno, tampoco era médico, era suponer algo que no sabía. Además la semana siguiente tendría su historia. Antes de llegar al final de la parcela una voz le hizo que se girara, era Joaquín que lo llamaba. Se intercambiaron el ancho de banda para tener un canal para hablar por radio. Pensó, – ¿este hombre sabe que existen ya lo móviles y aplicaciones de mensajería instantánea? No querría pasarse de listo, por eso, lo anotó en las notas de su celular y le sonrió.

– Te llamaré mañana a las 20.00, así me podrás decir que tiempo ha hecho y que se espera,- dijo Alejandro.

– Si, estaré esperando tu comunicación, mañana es domingo y no tengo ninguna obligación hasta dentro de siete días.

Aquellas palabras burlonas e irónicas de Joaquín sonaron a frescura en los oidos de Alejandro.

Bajó por la escarpada colina y cogió su coche, al sentarse en la posición del conductor, se fijó, que la botella estaba allí… -Bueno, así Joaquín tendrá algo de compañía los próximos días- pensó.

 (Continuará….)

Sobre brújulas y destinos

Yo(nómada de fin de semana)

Mi brújula apunta a un puerto

Pero ¿qué puerto es ese?

Navegué por mares insólitos,

Los océanos eran infinitos

Y el viento no empopaba

Ni me podía guiar por la estrellas,

Ni el cristal de cuarzo hacia su misión,

Había nubla matinal

No se donde llegaré, no se donde piloto,

solo espero no encallar

Ella(chica que dice que no espera, pero que espera)

¿Encontrará el puerto?

¿Sabrá dónde debe enfocar el trinquete?

¿Por qué siempre se pierde?

¿Por qué siempre llega tarde?

Solo tiene que coger el camino correcto.


Yo(nómada de fin de semana)

Si mi brújula apunta al norte,

¿Por que el viento me lleva hacia occidente?

¿Donde están las playas de Al Andalus?


Ella(la chica que espera en puerto)

¿Tan difícil es descifrar el Astrolabio?


Yo(nómada sin puerto)

¿Por qué mi brújula apunta al medio de su ser?

¿Por qué mis mapas sólo describen el pantalán donde me espera?


(A los lectores)

Paciencia, Dios meterá la mano

El milagro solo es eso, cuestión de tiempo

Una playa en Andalucia

Amar….

Te amé antes de conocerte

Sin saber siquiera quién eras

Desconociendo tu rostro y sonrisa

Te vi y te ensoñé

Te acercaste a “Rose”

Pintaste su gráciles líneas de borda

empedraste su popa y afilaste la proa

al puente le distes unos tintes de orgullo y majestuosidad

… y aquel albatros que dibujaste a en primer plano

Te fuiste y te seguí amando

Sin razón o excusa…. Esperé

Tu nota lo decía bien claro,

“espérame en la playa”

Ahora que mi lomo es plateado

Que las arrugas son valles en mi expresion

Me pregunto si me reconocerás…

Da igual, yo sigo esperando al atardecer

Sigo esperando a aquel día que no llega

Sigo sentado en la playa

Donde hice castillos de arena en el aire

A la orilla del mar

El lápiz azul y el cuaderno añil

Clavado como una columna romana en mitad de la calle, él observaba como ella entraba en una tienda de manualidades, artículos de pintura y demás. Una tiendecita bastante atractiva, con escaparates, luminosa y bastante ordenada. Los tubos de las distintos oleos, y acuarelas, resultaba como si los propietarios hubiesen cazado al arcoíris y lo expusiesen como un león enjaulado. Lleno de complementos, como paletas, pinceles, caballetes incluso unos maniquís articulados de madera de pequeño tamaño para practicar la silueta del cuerpo humano.

Observaba con una extraña mirada entre asombrado y lo entrañable  de aquella estampa, como si de un mercado persa se tratase, el ir y venir de ella y como interactuaba con la dependienta. Al estar en la calle no podía oír lo que hablaban ni acertaba a imaginar aquella conversación… iba y venía por toda la tienda, mirando y preguntando por distintos productos. Él le pareció algo ajetreado, mareante, pensaba, – luego no comprara nada, ya verás-. Y seguía mientras tanto en un ir y venir hasta que se acercó a la caja.

Una vez realizada la compra, que ni siquiera él se percató que había comparado, ella cruzó la tienda con aquella mueca, que tanta gracia le hacía. Se fijó en que sus ojos chisporroteaban una sensación de diablura infantil, trastada inocente y emoción contenida por sorprender. No tenía él ni la menor idea de lo que a continuación pasaría…. Ese es querido lector, un momento que debéis grabar en vuestra memoria, son aquellos momentos que repasas una y otra vez cuando algo pasa, que deja paso al paso de las cosas, sin pausa del paso del movimiento, que quieres pausar, porque no hay por qué de no dejar pasar ese momento y quieres una pausa. Ella dijo;

  • Toma- le entrego un portaminas azul.
  • Y ¿esto?- dijo él de forma tosca y seca.

Ella sin perder en ningún momento la sonrisa que le caracterizaba, le dijo –es mágico. Con él pintarás cosas asombrosas y además la goma crece. Jijijiji- y esa sonrisa se escapó de su boca, llena de finas texturas de un lenguaje corporal que tiene aquel que sabe que ha sorprendido.

Él automáticamente guardó el portaminas mágico, casi sin prestarle la atención del que le dan algo y se lo guardo. Pero en su interior un sinfín de sentimientos se agolpaban en su mente y no sabía cómo gestionarlos. Acertó a decir un tímido gracias y lo dejó caer en el bolsillo, junto sus llaves.

A ella no se le notaba nada, no podría deciros sí sabía que había desarmado aquella fachada o estaba algo decepcionada por no haberle dado ni tan siquiera un abrazo. Algunas veces, se sabe actuar por decoro muy bien y la reacción es casi imperceptible. Quiero pensar que en el fondo ella sabía que él estaba muy nervioso y que no dejaba de mirarse la punta de sus zapatos, como hacen los niños pequeños cuando saben ¨que lo han pillado¨ como consecuencia de aquel nerviosismo.

Como ya he dicho, continuaron andando dirección al coche hablando y riendo, pero en la mirada de ella había algo… ya lo he dicho. Como él no conducía, ella lo dejó en casa. Aparcó y él se percató que había sido bastante torpe. Hoy tampoco la besaría, ya no tenía valor interior para acercarse. El remordimiento de no haber dicho nada ni haber sido lo suficiente agradecido, le tenía atenazado. Se despidieron y por la noche volvieron hablar por teléfono. Ella le seguía repitiendo la magia que aquel portaminas azul contenía y él seguía sin percatarse del poder que le había sido conferido.

A la mañana siguiente, decidió salir a dar una vuelta con uno de sus cuadernos de ideas. Vio el portaminas azul y pensó que conjuntaba con su cuaderno añil. Así que lo cogió y se fue. Al llegar al sitio donde solía producir, sacó de su bolsa el equipo y se dispuso a crear algo. No había escrito nunca con lápiz y además la goma del mismo crecía. Un buen invento para borrar las malas ideas y superar la técnica del tachón que en él era tan habitual.

Como fuesen las cosas, cogió aquel lápiz azul y se dispuso a dibujar algo. Todo lo que plasmaba le parece horrendo. Claro, él nunca dibujo bien. Pensó, -este lápiz no tiene nada de mágico, este lápiz es un simple lápiz.- Mientras estaba en aquel sitio recibió un mensaje de ella, para darle los buenos días. Él le dijo que estaba en su rincón de pensar y que estaba con el portaminas azul que le había regalado. Quería ser cortes

Aun siendo un mensaje se intuía lo que le constato. -¿Si? Un emoticono de emoción y seguidamente le escribió ¿y ya has pintado con él? Me gustaría que le hicieras una foto y me mandaras lo que has pintado-

Él le dijo que aquel portaminas no haría que dibujara mejor, casi apenas sabia dibujar y todas sus representaciones pictóricas parecían sacadas de la mente de un perturbado tembloroso sin trazo alguno y sin el menor sentido de la proporción, espacio….

Ella le contestó con una onomatopeya y emoticonos a su mensaje que le había hecho mucha gracia, para a renglón seguido animarle a que siguiera ¨pintando¨. Pero él seguía en su ceguera.

No sé por qué, la conversación quedo ahí y prosiguió, tomando notas y plasmando ideas. Ideas que cada vez le parecían más buenas, más acertadas, más inspiradoras. Y fue en ese mismo momento donde expreso lo siguiente;

Podrás reproducir todos los tonos cromáticos en tu paleta.

Dibujarás con acierto todas las siluetas de este paisaje.

Empero no podrás pintar la emoción provocada en mí.

….. porque contigo en mi pecho, me siento un Titán.

La cara de asombro de él quedó patente incluso para sí mismo… se dio cuenta de la magia de aquel portaminas azul y como dibujaba, pues el trazo de la grafía de las letras de aquel poema improvisado, se había convertido en la mejor ¨pintura¨ que en su vida había realizado y fue ahí, y no en otro momento, cuando la PALABRA, desde hacía ya muchísimo tiempo, pudo vencer y venció a todas la imágenes. Fue donde tomó su revancha la caligrafía y superó a la magia de pintar, lo que no sabía hacer con sus torpes trazos sobre el lienzo, lo consiguió con aquellas letras esbeltas y suaves, salidas casi de un grafista profesional.

Desde entonces, aquel portaminas azul, acompañado del cuaderno añil produjeron los más bellos cuadros hechos de trazos caligráficos y de signos de puntuación, que producirían más emoción que cualquier imagen.

(Gracias por mi portaminas azul. Se merecía esta historia)

Máquina del tiempo…


Rompe el silencio el crujir de la madera seca
de esta puerta desvencijada y polvorienta que me introduce en la sala
una cápsula del tiempo donde crecen los acaros y prosperan la humedad

Tapados por sábanas antes blancas
están escondidos aquellos recuerdos
acompasados por las voces de otro tiempo atrapadas en esta cápsula del tiempo

Como sí mi onírica percepción
jugara a las metáforas, me sumerge
en un sueño de recuerdos y en un instante recupera el esplendor esta estancia
Veo como la araña de cristal ilumina la habitación
como los muebles recuperan su brillante utilidad….
En uno de los huecos entre sofás y cómodas te encuentras desdibujada en el diván…

Mi corazón palpita de nuevo
ante la idea de acariciar tu melena ensortijada,
de deslizar mis dedos por la curva de tu espalda
Un ruido me devuelve a la trágica verdad… a la realidad…
ni te tuve y menos te poseí…
Esta máquina del tiempo que no viaja hacia atrás, pero si deja congelado mis sueños
Me recuerda como te fuistes despidiéndome de ti
Aún queda en el ambiente, camuflado entre olores a añejo y cerrado un tímido olor a tu perfume, inconfundible
La tensión de la despedida con aquel tímido beso…
que aún queda congelado, entre las huellas de mis zapatos junto con los tuyos…
He ahí, la máquina del tiempo
He ahí, la solución al misterio
Se puede viajar en el tiempo
Pero siempre hacia delante!!!