Someone you loved

Las caricias de aquella noche que se empecinaba a no llegar, pues el Sol esperaba aquel majestuoso momento del día para saludar, fue el escenario de aquellos dos cuerpos enganchados…

Una inusual tarde calurosa de un febrero demasiado primaveral para la estampa aún invernal que el reloj estacional anunciaba con la estrepitosa rapidez que bajan las temperaturas cuando el sol se esconde…

Mientras, en aquella cocina; ahora en penumbra tras la marcha del sol y la negrura de una noche sin estrellas, la inundaba; una canción, como si de una melodía acompasada al latido de sus corazones seguía para ser más buclolica aquella escena.

Al ser a dos alturas la casa, esta cocina quedaba a distinta altura, por eso a ellos, les parecía como un teatro, un escenario abierto a sus interpretaciones, siendo ellos sus actores y su público…

Como decía, la música reflejaba tímidamente lo que sus corazones hablaban, de forma baja, casi susurrante, de forma quedada… esas palabras in pronunciadas pero gritadas al vacío, eran solo para ellos…

Siguieron bailando, aún cuando la aguja de aquel viejo tocadiscos dejo de rodar por la pista y solo se oía el murmullo de la electricidad pasando por los altavoces… pero eso daba igual, habían quedado atrapados en el estribillo de aquella canción.

En sus mentes resonaban y su cuerpo seguía de forma rítmica lo que ellas imaginaban. Se miraban a los ojos sin perderse detalle. ¿Se habrían observado lo suficiente? Era la típica mirada de complicidad de un alma hecha para la otra…

No querían separarse, no pretendían dejar de bailar, pues lo sabían, cuando pararan, la magia, la musicalidad de aquella fortuita coincidencia que los unieses, desaparecería…

Uno u otra, no recuerdo bien, abrazo más fuerte al uno o al otra… lo que sí recuerdo fue que uno quiso romper aquel estruendo silencio ronco de mirada afónica y tacto dulce y la otra reposó sobre sus labios sus dedos en señal de callarlo súbitamente….

Ambos recordarían años más tarde aquella balada de silenciosa de melodía imaginaria, de pasos infinitos una cocina en penumbra a dos alturas…. Ahora los espectadores de aquel teatro de arte y ensayo eran sus dos gatos, que desconcertado, los miraban sentados sin perder detalle. En los escalones de aquella cocina a dos alturas había unos zapatitos rojos de ante junto a unas botas de color marrón…. Dos estilos, dos vidas, pero que ahora el destino había cruzado….

Al final ella, se acomodó entre su pecho y barbilla. El aspiró fuerte… allí nació  la Solitaria Libertad Silenciosa. Un sentimiento que les acompañaría el resto de sus vidas, un recuerdo que les serviría para emborracharse, cuando la melancolía y tristeza los visitarán en las noches de vela e insomnio…

Como testigo de aquella historia solo quedan el aroma olvidado en aquellas sábanas que por un momento se convirtieron en la mejor cuerda para mover sus cuerpos como si de unos títeres se tratase manejado por la cruel desdicha del niño que es el destino, caprichoso…

A SLS

Mis pasos perdidos del paraíso


Ahora esos cuerpos tienen arrugas y serán flácidos, pero ahora sin duda, son más bellos que nunca… pues lo más atractivo no es tu melena rubia, si no las cicatrices que deja el tiempo en forma de herida, en forma de arruga, en forma de expresión… amo esa añeja mirada de ojos turquesa que una vez se posó en mi…
Donde quedó aquel sueño?
(SLS)

At the middle point of life

(Micro cuento)

Duermes y te veo como lo haces… tan estática, tan tranquila… me pregunto con qué soñarás, quién será el objeto de tus anhelos…

Shss. ¿te he despertado? Sigue dormida… déjame que te abrace y vuelvas a entrar en el reino de Morfeo a través del roce de mis manos en tu cara, por tu costado, por tu pelo

Eso, sigue así… vuelves a tener esa respiración sosegada, rítmica….

Hueles a campo en la madrugada, a amanecer somnoliento que no quiere despuntar, a café recién hecho y planes para el día…

Se cuelan por la rendija de la persiana los primeros rayos de sol. Es la señal… debemos irnos, pero tranquila. Mañana volveré a estar aquí a tu lado, para susurrarte lo que tienes que recordar… que es lo maravillosamente que te camuflas entre esas risas y sonrojos de colegiala inocente

Un último beso hasta que despuntes y vuelvas a la realidad

Regresión de la incomunicación

(prólogo de la Caverna opaca)

Como si de un juego de cartas se tratase. El demonio; sentado a la mesa como crupier encargado en repartir las opciones en esta partida sin azar a los dos participantes, reía por la magnífica mano que acababa de repartir… Ambos, juntos por ese hilo de sentimientos, pero distanciados, no por una magnitud física, sino por la regresión en su incomunicación… era o el miedo o la apatía, lo que les impedía no involucrarse.

Las reglas de este juego son sencillas, solo hay una, en mi humilde opinión, pero sustancial para el éxito del entendimiento; la buena fe. Pero poca lealtad quedaba en sus  almas y mucha duda albergaba su misión. Estaba condenado al ostracismo, al olvido, pero ambos no querían percatarse de ello.

Aunque la comunicación se podría apreciar como fluida, en realidad, era más por comportamiento social, que por ganas, una obligación material a la educación, que poco o nada tenía que ver, con lo que puede apetecer en esos casos; digamos que si ilusión.

Esa mañana, uno de ellos se levantó, al otro lado de la estancia está el otro, ausente, pues dormía. Uno clavó sus ojos en el otro, no sabía si correr o envidar con todo a la chica y jugar el todo por el todo. Su postura, era complicada, pero no quería asumir riesgos. –Qué más da- dijo para sus adentros. Sin decir nada se levantó y se fue.

El otro, fingiendo que dormía, sintió alivio infame, cuando escuchó el sonido de la puerta abrirse, pues con la marcha a hurtadillas del uno, la cama quedaba sola, fría, apetecible, pero sola. – El miedo no enamora, pero si  enaltece la mentira del deseo- pensó el otro para si.

Los días pasaron en cascada de hojas de árbol, que van cayendo de forma ordenada, por imprevista, sin que se pueda detener. Ya os digo, que al menos la cortesía no la perdieron. Los mensajes, cada vez eran más enlatados, como si de un sistema automatizado se tratase el que daba la réplica, no profundizaban, no inspiraban, no daban pie a la emoción de contestar, preferían tenerlos en el buzón de entrada, como si del buzón del olvido se tratase. Supongo que ambos contestaban no por cortesía ya, si no por miedo a perder ese equilibrio estático de seguridad que hacen los años de convivencia.

Otro, que era de carácter insoportable y dudosa reputación, engañaba al uno, cualquier ser que quisiese escuchas su sórdida letanía de reproches al otro. Otro, se mantenía estático, sin movimiento aparente ninguno, era la presa, o eso quería aparentar ser para uno.

Sus nombre eran Helen (otro) y Manny (uno), enganchados por la extraña obsesión de que lo imposible une y lo irreal enamora y distanciados por la lógica indudable, que sin emoción, sin pasión; no hay nada. De dos realidades distintas, que ninguno de los otros quería asumir, decidieron formar un hogar, pero más bien era una sociedad sin ánimo de lucro para sus almas. Un contrato sin clausula obligacional para las partes, mas allá de un supuesto respeto muto, que una de las partes había tomado como hobbie transgredir e infringir, como si de un comportamiento permitido tácitamente se tratase, la buena fe de las partes societarias.

A miles de kilómetros, en otra ciudad, aquel; hombre de pocas palabras, rudo y con un innato espíritu de supervivencia, deambulaba tras haber salido de prisión. Su delito, qué más da, cualquier infracción del ordenamiento jurídico, que dio como resultado unos meses de reclusión y de obtener cobijo y tres comidas diarias. Si lo comparásemos con su situación de inicio, podríamos afirmar que había mejorado bastante. Aunque dentro de aquel, reinaba la ira, reinaba la venganza, el odio y una taciturna expresión de melancolía por la cobardía de no haber sabido escoger la opción más oportuna en la gobernanza de su vida.

Aquel se llamaba Brown; no era su verdadero nombre, pero lo había bautizado así la policía. Un alias que bien pudiera ser por su carácter de mestizo, demasiadas étnicas en sus antepasados, que hacían que el color de su piel se tornarse en un bronceado perpetuo durante todo el año. Ya se sabe de este tipo de personajes, la sociedad se ceban con ellos, algunos lo aceptan e intentan vivir bajos las reglas establecidas; en cambio Brown pareciese que tuviese un problema con la autoridad.

Sus pasos rompieron el sordo ruido que tiene el silencio de las calles a ciertas horas; horas en las que cualquier persona dormiría o estaría en casa, en cambio, al no tener donde ir, más allá de una habitación desvencijada de motel a las afueras de la ciudad, no le quedaba otra que seguir deambulando en busca de algún tugurio donde beber algo caliente y nada espirituoso. Había dejado de beber. No tenía los síntomas típicos de temblores o delirios, en cambie en su cabeza si había una voz que le susurra –bebe-.

Volviendo a aquel apartamento del centro de la ciudad, donde aquella extraña sociedad había establecido su domicilio social, Helen se levantó de la cama. Preparo el típico desayuno del medio oeste, pero con unos tintes sanos evitando grasas y azucares innecesarios. Mientras elaboraba el mismo, su corazón dio un vuelco, sentía como las llaves de Manny abrían la puerta. Desconocía de donde venía, pero intuía que seguramente de no hacer nada bueno, pues cuando salió es la hora que las personas de mal vivir están despiertas y hacen sus tratos.

Pasó como alma de ánimas en una noche de difuntos, sin percatarse de que Helen estaba despierta, tampoco le importa, solo quería meterse en la cama. Ella, cambio su cara y se esforzó por poner una sonrisa cómplice y amistosa que calmase el mal humor aparente de Manny, pero él ni se percató. Se dirigió a una de las habitaciones que hacía de estudió y se encerró en ella. Dormiría en el sofá que allí había.

La mañana prometía, y sabía que tenía que arreglarse para ir a las oficinas, aunque no quedaban lejos, debía apresurarse, a Helen nunca le gustó llegar tarde…. En el apartamento, reinaba una extraña calma, ese tipo de clama que antecede a la tempestad. una borrasca con final de tormenta que cambiaría para siempre la vida de Helen y Brown.

(si os ha gustado, darle un like y dejarme en comentarios los que os ha parecido. Pronto estará en sus librerías virtuales ¨la caverna opaca¨ mi primera novela. )

Añade un título!

… y llegado al caso, nos damos cuenta que la ansiedad por nuestros actos es inversamente proporcional a la relevancia que le damos, empobrecidos por el quediran, pero descubres que al final, todo es insustancial y que aquel pellizco, solo es una sorda y lejana voz, que te impide disfrtutar del viaje….
Al Samp.

un puente cualquiera…

Título mágico

De las noches más oscuras que he pilotado alguna de mis motos, y con el miedo embargándome el corazón, he tenido la suerte de deleitarme con las estrellas más brillantes, con las constelaciones más lejanas, con las nubes más rojizas y todo, acompasado del ruido de la naturaleza nocturna que musicaliza esa búsqueda que tengo sobre la silenciosa libertad solitaria que me dan mis ojos estoicos.

Non título 666

Lo que más duele, es no poder tener sueños…

La fatalidad del destino golpea una y otra vez, recluyéndote reductiblemente a la imposibilidad manifiesta de pensar en el futuro, sin poder ordenar tu vida, sin poder organizar tu mente…

Cruel destino, cruel suerte que poseo, pues no da tregua, no deja de recordar que algunas personas se les privará de la felicidad, se les privará de todo…

Nunca seremos libres, nunca andaremos felices

la noche de las estrellas (I parte)

Empezar alguna historia es como siempre os he dicho complejo, difícil, extrañamente ajeno… pero dejas que tus dedos sean libre encima del teclado y al final sale algo… ya saben, como siempre he dicho; si parpadean se pierden la historia… preparados esto empieza;

Aquel día, un tanto caluroso y sembrado por la calima que dejaba poca o ninguna visibilidad al techo del horizonte se hacía insoportable. Un calor se cocinas del infierno, pero soportable para aquellos que son hijos del sol. Era la noche de las perseidas y el cielo estaba cubierto por aquella calima, que nada dejaba a la vista, o no?

Tras rezar un millón de letanías a los dioses antiguos, a los modernos y a toda deidad que cayese en sus manos, parece que la diosa Minerva, se confabuló e hizo que el cielo despejara, como una mañana de primavera; pero esta vez era el atardecer del ocaso y no el despegar del amanecer.

Las distancias se hacen patente en la observancia de las estrellas, pero lo que cualquiera espera, es ver una estrella fugaz para pedir un deseo. Ese deseo que es tan imposible que incluso los dioses de la casualidad lo niegan por imperativo subjuntivo del verbo; coaccionado por la desdicha, pero ella, estaba dispuesta a hacer su sortilegio, su ritual y ganarlo y pedir, no algo concreto, si no por lo contrario, algo que cambiase el sino de lo que esperaba…

Al otro lado del globo, alguien, con cara taciturna y aburrida por un invierno un tanto estival, para la cartografía mundial en la que se ubicaba, maldecía no por su suerte. Maldecía por la apatía básica de su sino… suerte de baraja, que jamás comprendió

La noche de las estrellas, como denominó aquel episodio, ambos, separados por una distancia casi insalvable, estaban ya unidos por el hilo del astro, por la casualidad manifiesta del deseo, pero ambos, aún no lo sabían.

… continuará

Resurrección

(… secuela de la caverna opaca)

Aquel café a la orilla de un océano que ambos visitaron en una escapada nocturna a la costa, era ahora el refugio de Braunw.

El sol inundaba toda la estancia, en comparación cuando la visitó la última vez; tal vez fuese porque en aquella ocasión era ya de noche y las velas que adornaban a la par de iluminar el local, hacía que la visión fuese más tenue, tan tenue, como los besos que se dieron mientras esperaban a que saliera el avión de Helen.

No recordaba exactamente si pidió lo mismo, pero al primer sorbo acudió a su memoria, como si de una película de otra vida fuese, la vivencia de tener sobre sus manos la cara de ella. Como le apartaba tímidamente aquel mechón rebelde rubio y colocaba tras su oreja. Mientras, ella, sonreía, bajaba la mirada, tal vez por vergüenza, tal vez por puro teatro… al menos Braunw creía que aquella mueca de felicidad era real…

Recordó aquel beso y como sus ojos permanecían cerrados, ya que lo único que sentía era el tacto húmedo de sus labios, rojos intensos, suaves, carnosos…

Cayó en la cuenta, que siempre que la besaba o intimaba con ella, lo hacía con los ojos cerrados. No sabía por qué, pero era siempre así… se privaba de verla, pero como ciego que quedaba, potenciaba más aún otros sentidos…

Nunca antes lo había pensado, pero sabía que lo hacía no solo por respeto, sino por timidez, por confianza, por amor. -tal vez, cuando se besa de esa forma, con ese amor, los ojos permanecen cerrados, de ahí que el amor sea ciego-, pensó.

Una simple conclusión demasiado infantil, muy inmadura, muy tierna para el pasado de un tipo con aquella vida… era cierto, el tiempo que pasó con Helen, le había cambiado.

Había abierto en él, una nueva forma de percibir la realidad; ya no era causa, efecto y reacción brutal. No, ahora prefería la templanza, la observación y meditación a sus actos. Acaba de empezar a valorar su reciente Libertad, no solo de pensamiento, sino física. Ahora, más que nunca, la necesitaba para volver a encontrar a Helen

Pero, todo eso daba igual, pues lo que su cuerpo producía era dependencia de su mirada, de su caricias, de la falsa protección que sentía cuando estaba a su lado… ya no se sentía desecho, sino que su compañía complementaba esa forma silenciosa y solitaria que tanto amaba, como su nueva situación, la Libertad.

Aunque sabía que su pasado le podía alcanzar y perderla, una extraña sonrisa se coló en su rictus serio, pues de nuevo, la estancia al contrario que la de aquella noche de espera a un avión, estaba inundad de luz, una luz tan fuerte, tan profunda, tan infinita, que cegaba como el amor que tenía…

-lo extraño que es el subconsciente; con un solo sorbo he podido recrear toda una historia- dijo al camarero que tímidamente se acercaba con la cara desencajada.

Un ruido a puertas que se abren de forma precipitada y cristales rotos al precipitarse al vacío de una mesa que estaba demasiado cerca de la puerta, lo trajo a la realidad.

Se acabó lo bueno, mi pasado parece que me alcanza de nuevo-, pensó… su rictus de amable se tensó; volvía a ser el mismo Braunw del principio de esta trilogía…

… continuará

Sustento

Si pudieras sacar sustento de tu alma, sería para reclamar tregua al olvido

Si las luces se apagarán ahora mismo, ¿cuál sería la última imagen que quisieras ver proyectada?

¿Si dentro del abanico de sentimientos, tuvieras que elegir uno?

No sería el dolor, sino el abatimiento del recuerdo por parte del tiempo…

No volverás a ver su rostro… dijo mi mente

Esa es la frase más lapidaria que se le puede decir a tu alma… esa es la razón por la que pierdes la esperanza… o la única fórmula de mentirle al cruel destino, pues las luces del escenario se apagaron.

Los actores abandonaron el teatro y ahora estás ahí, solo, delante de una platea vacía, con el único ruido de los ratones milenarios que reclaman el ruido de bambalinas y tramoyas…

…Amortiguado por el olor a desesperación.

Amortiguado por los aplausos ausentes…

La única balsa en este océano, es un telón que no cayó, pues la obra no ha acabado, el silencio pétreo del intermedio, no es, si no el avance del desenlace de la obra no escrita.

A ti SLS