Las rutas…

Antes siempre estaba dispuesto a partir, sin rumbo, sin coordenadas a las que ceñirme. Pero eso era antes.

Ahora parto para volver, no se por qué, pero ahora vuelvo a ti, como un trozo de ferro, atraído por la piedra imán magnetizada que atrae todo el material del que están hechos mis sueños.

La mañana se quedó dormida y no madrugamos, mientras, ambos, teníamos ganar de seguir en la cama. Nos mirábamos, sin decir nada, pero conociéndolo todo… hay veces que entre tú y yo solo nos basta una mirada, una sonrisa o solo una caricia para intuir, vaticinar o percibir lo que nuestro cuerpo desea, lo que nuestras almas anhelan.

Los besos no tardaron en llegar, mientras encima el uno sobre el otro estaban. Tu respiración empezó a cambiar, veía tu aliento de rosas y escuchaba el tacto de tu piel desnuda en mi cuerpo. Las sábanas, que siempre fueron muy sabias, se transformaron en suaves hojas que nos sostenían.

De entrada, sacaste tu mano atrapada por la mía, para pasear por toda mi espalda en suave y rítmica sintonía a la respiración. Decidiste dejarla en mitad, para suavemente apretar tu cuerpo junto al mío.

Ambos ya desnudos, embocada la serpiente, me dirigiste:

-suave… despacio… así… susurrándolo al oído. Tu voz salía cálida, algo ronca y entrecortada.

Abrí mis ojos, dejando de besar tu cuello y labios y me quedé sumergido en tu pupila gris sin dejar el ritmo interpuesto para tu goce. En aquel momento, tenías los ojos cerrados, pero sentiste como mis negros y mentiros ojos se clavaban en ti… lo percibiste y me dejaste que sumergiera no solo en tu mirada, sino en tu alma…

Viendo tu goce, decidí tomar otro rumbo, baje muy lentamente a las montañas que antes estaban aprisionadas y bajé para conquistarlas, para besarlas, con suerte de lengua. Mientras tus manos se enfocaron en los rizos de mi cabeza, escuchando de nuevo el vaho de placer que se escapaba de tu boca. Escuchar aquel goce hizo que la temperatura oscilante de aquellas sábanas subieran, queriendo las mismas, ser aún más suaves, pasando de fino hilo a terciopelo…

Los distintos efluvios corporales aparecieron, para que la lubricación de nuestros cuerpos fuese más suave… ¿no íbamos a gripar aquel motor llamado amor, no? En ese instante volviste a requerir con tus manos que te mirara, pues tus labios echan de menos los míos y me hiciste que te mirara de nuevo.

Aquella sonrisa pícara que dibujé en mi, fue la declaración de que partía… tu asombro fue mayúsculo. Noté como tu respiración se agitaba más aún… ya sabes donde me dirijo, ¿no?, pero antes de llegar, me quise entretener y parar por tu vientre y ombligo. Iba en busca de una cueva, pero no era esa. Aunque me pareció simpático parar allí y crear un instante de expectativa y misterio… ya deseabas que llegara a donde fuese…

Poco a poco, saltando a besos y caricias con mi lengua, fui al sur de tu ser… primero, encontré aquel diminuto bosquecillo pubico . El mismo se entremezcló con el bello de mi cara. Olí fuerte, quería emborracharme de aquel perfume que desprende ese barrio de tu cuerpo. Me embriague… poco a poco mis pupilas olfativas se llenaron de ese perfume fatuo. Estaba ante la puerta…

Volviste a levantar mi cara, de entre tu cuerpo afónico y tembloroso. Tu ojos entre abiertos ya conocían lo que a continuación haría mi bífida lengua perturbada, emborrachada de tu olor y adicta aquel néctar que me esperaba tras la puerta del deseo. Aquella mirada me ofreció explícitamente la venia para llamar… algunas veces es necesario pedir permiso para entrar. Lo obtuve.

Algunas veces, cuando se llama, no se golpea, sino que se acaricia, se besa, se susurra. De esta forma es más fácil que te dejen entrar. Y así fue…. Con el primer susurro lo supe. Me introduje en aquel angosto cubículo tan desconocido por mi, tan anhelado por mis gusto.

Sentí aquel escalofrío por mi espaldas, mientras empezaste a convulsionar. Estabas al principio algo tímida y viniste a reclamar mis besos y labios en otro sitio… pero me negué con determinación…. Al final ese reclamo quedó en nada y me dejaste “hacer”…

Minutos después, cuando mi sed quedó saciada, regresé por el mismo camino que me había llevado hasta aquella puerta oscura, húmeda, ardiente y carnosa… ¡que placer aún recordarlo!

Con tus finas manos volvisteis a embocar mi serpiente en la cueva donde hacía unos segundos habían estado mis labios… liberando toda una suerte de movimientos…

– despacio… así… sigue… despacio y fuerte…- empezaron a brotar aquellas palabras de tu boca, mientras volvías a reposar tus brazos a lo largo de mi tronco…

El baile espasmódico llegó… arrítmico y sin sentido que acompasaba el ritmo de nuestro deseo…

Mis gruñidos no tardaron tampoco en llegar y aquello subió aún más tus ganas, tu deseo… (se cuando alguien desea que toque su alma) y por eso fui generoso y mantuve la potencia a registro bajo… quería que esta carrera llegaras tú antes.

Esta vez fuiste generosa y al final, me esperaste en la meta, para que ambos cruzáramos sino a la vez uno detrás del otro…

Lo supe… ambos, con aquella carrera, alcanzamos cotas celestiales…

Me fui a apartar para liberarte de mi pesado cuerpo, pero llevaste mi cabeza a tu regazo y allí solicitaste tu premio conquistado… querías que te abrazara y que entráramos los dos por las puertas de Morfeo para obtener el descanso tan necesariamente deseado… tan necesariamente merecido…

Fue allí y no en otro lugar donde por fin encontré descaso y sueño a los sueños, para los sueños y por los sueños anhelados…

Por eso… my life… my rules….

Es la forma en la que suelo comunicarme cuando hablo en lenguaje universal de la pasión…

Deja un comentario