Mañanas que anuncian lo que ha de venir.

El dial verde de aquel reloj digital de la mesilla de noche señalaban las 04.17, demasiado temprano para madrugar y demasiado tarde para volver intentar coger el sueño. No sabía si volver a dormir o por el contrario empezar la jornada… lo que tenía claro que a esa hora no volvería a entrar o salir del país de los sueños, que relajarse e intentar pensar en algo insustancial para que su mente volviese a un estado onírico sería una pérdida de tiempo.

Se volvió para el otro lado, nada. La almohada le resultaba incomoda. Se puso boca abajo, peor, no podía respirar… tras mil y un intento, decidió dar por terminado el descanso… además parecía como si todas las preocupaciones del mundo recayesen sobre sus hombros. La sensación de sudor, incluso en aquella época del año en Córdoba en la que aun hacia frio, le producía incomodidad y eso que ya dormía sin manta….

-Será mejor que me duche- pensó…

Abrió el grifo y enseguida aquella alcachofa empezó a llorar. Fuera en el pasillo, sólo se oía aquel silencio sordo que muchas veces es más incómodo que el propio ruido, tan ensordecedor que no trae paz sino agobio, pues cuando los pesares bailan al son sin música, es cuando más aterra a la mente despierta del que se preocupa. Se quitó la ropa y el reflejo de su cuerpo en el espejo, le  señaló que no era ya tan joven, ni tampoco tan esbelto como antaño. Las redondeces de la edad ya hacían presencia en su torso y las canas en su barba, indicaban que la cuarentena hacía tiempo que la había sobrepasado. Concluyó que hacia el mismo tiempo que había terminado sus estudios, que el tiempo que llevaba trabajando…. Media vida y seguía igual que cuando termino aquel ciclo…. Perdido, sin un dólar en el bolsillo y lleno de esperanzas que sabía ya por su madurez que no se cumplirían, en eso había cambiado de su yo más joven. Ahora era más honesto consigo mismo.

El agua caliente hizo que el vaho llenara aquel pequeño aseo de esa casa, que por conspiración del destino volviese a ocupar. Entro a tientas en la ducha, pues la luz del foco, aún seguía dando poca luminosidad. Tras unos pequeños ajustes del grifo consiguió que el agua saliese a una temperatura que no le despellejara la piel. La ducha fe rápida, aclarado, jabón y vuelta a aclarar – caja limpia- como solía decir.

El calor del agua, junto con el frio de aseo, hacía que su piel humeara, pensó que sería un buen título para algún poema o historia. Ya con la tolla por debajo de su abdomen, sacó una navaja desechable d detrás del espejo aún empañado y algo de espuma barata para afeitarse… terminó cortándose por debajo de la oreja al apurarse. El pequeño hilo de sangre que destacaba en la blancura de la espuma lo atrajo aquel día.

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Día 23 de abril de décadas anteriores, como todas las mañanas se afeitaba, se arreglaba, se cepillaba el pelo y se ponía un traje para dirigirse a su despacho donde batallar un día más con los distintos asuntos que le planteaban, pero aquel día era distinto. ¡Sí! Aquel día le daba el portazo aquel trabajo que antaño fue desead, pero que ahora le causaba hastió….

Cuando a la noche llegó a casa, no podía creerse lo que había pasado. De un día de despido y liberación a un paso por la morgue para reconocer el cadáver de Julia. Su mujer. No se había percatado que la corbata se la había manchado de café, esperando en la salita del edificio de medicina legal para recoger el certificado…. Su mundo había cambiado diametralmente. Ahora la casa le parecía más fría y solitaria que nunca  y fue cuando Julia, proyectado por su mente para superar la idea de su ausencia le dijo;

-¿Qué tal ha ido el día?

-De pena… tuve que ir a recogerte.

-¿A mí? Si no me he movido de casa. ¿Quieres cenar?

-No tengo cuerpo para cenas… estás muerta.

Tras esto se sentó encima de la mesa delante del sofá, tan baja, que siempre le pareció un taburete con aspiraciones a silla. Ella se acercó se quedó de pie y lo abrazó, jugueteando con sus rizos y asiéndolo hacia su vientre, mientras lo acunaba lentamente y le susurraba –Ya está, ya está…. Verás como todo va a ir bien-. El llanto sordo de un hombre rudo y con dificultad para expresar sus emociones no se hizo esperar.

A la mañana siguiente, el despertador estaba apagado, se levantó desorientado sin saber qué hora era. Pensó que fue una pesadilla, pero la ausencia de un cuerpo al otro lado de la cama, lo trajo a la realidad de un empujón. La bolsa que depositase en el mueble de la cómoda al lado de la cama por donde Julia dormía, fue la señal. Eso y que dentro de la bolsa estaba el móvil de ella, aun encendido. Recibiendo mensajes. Uno de ellos era de un tal Javi, le decía que había estado toda la noche esperándola en la habitación de hotel.

Una forma magnifica de enterarse de que Julia ya no le quería…. En fin, son cosas que pasan. Al levantar la vista vio la proyección de Julia que se dirigía a la cocina, sonriente como siempre, con aquella forma tan peculiar de vestirse para acostarse, con sus vejas camisetas que utilizaba como camisón, pues decía; -es que huelen a ti y es como si te tuviese conmigo en todo momento-. De la cocina se oyó su voz preguntándole que si quería café;

Si- inconscientemente contesto- pero con leche y no lo pongas muy caliente- prosiguió.

Aquel juego mental duraría muchos años, demasiados. Fue saltando de trabajo en trabajo, de ciudad en ciudad. Cada ocasión su reputación, como su criterio, minoraban como la bebida contenida en aquel vaso que nunca quería apurar, sino llenar para olvidar. Se había convertido en aquel nadador de dos dedos de whisky y un hielo…. Nadie flota en el alcohol.

Pasaron los años y su carácter fue apagándose, cada vez, un poco más. Por el contrario, las proyecciones de Julia se hacían más constantes y ya no se molestaba ni tan siquiera en disimular la alucinaciones, ni en público. Es como si nadie la viese. Mejor, así nadie la podría entretener y se podría dedicar a él en exclusiva. Como él había hecho durante tanto tiempo. Que egoísta y cruel puede ser el género humano cuando no se está bien y se antepone el infantil deseo a la cruda realidad.

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Y así pasaron varias horas. El reloj de la mesilla marcaba que ya llevaba un buen rato trabajando para aquel empleador que no sin recelo, había vuelto a confiar en él. Es cierto que Julia ya llevaba varias semanas que había desaparecido, no le molestaba, de hecho le gratificaba. Se sentía más ligero que antes y tenía esa sensación de haber vivido los últimos años en un duelo entero. Todo fue desde que Mona, apareció en su vida y Julia una noche le recriminó que hablase con otras mujeres. Aquella noche él no se quedó viendo la proyección de Julia como se quedaba dormida, sino que cerró sus ojos y durmió.

Pero él no tenía la suerte del gigante irlandés, sino el castigo de que todo lo que le pasaba era consecuencia de que se lo merecía por como actuaba. Mola había dejado de escribirle, y Julia había vuelto aparecer durante dos días. Aquella mañana, no apreció Julia, ni tampoco miró su teléfono para ver si había aviso de Moma… aquella mañana miró por la ventana a las 6.17 y vio lo que tenía que ver;

Una mañana que anunciaba lo que había de venir… su destino

….. el zumbido del móvil por la entrada de una notificación sonó, su estado de ánimo cambió…. Como la esperanza escrita por Cortázar, este sentimiento es de dominio de la vida. A veces dos horas bastan para un todo. (Continuara…)