Páginas en blanco, ideas absurdas y el indicador parpadeante…

El indicador del procesador de texto, marcaba de forma intermítete la realidad que se cernía sobre el escritor…. Siempre llega. El síndrome de la página en blanco. Si el blanco de cualquier folio, papiro o hoja, sí para el común de los mortales significa la claridad y la rigurosidad de un mensaje que se quiere transmitir, para Josh, un escritorzuelo de segunda que se ganaba algo de dinero trabajado de “negro” para una editorial provincial del medio este era un blanco que se le cernía oscuro, lleno de tinieblas

Aquella luz que desprendía la pantalla de su computador le parecía la más oscura. Su mirada traspasaba aquel maremágnum de tubos catódicos, cables y demás ciencia que engloba y que produce una imagen en una pantalla. Estaba a un millón de kilómetros. Sin pensar en nada y a la vez pensando en todo.

Y como suele pasar en toda buena historia, o en aquellos momentos que tiene uno mismo descubriéndose a sí mismo, una llamada, interrumpe la pasiva visión del que observa, de la tranquilidad del que esta inmóvil. El sonido, lo trajo a la velocidad de la luz a la realidad, sacándolo de ese ensoñamiento que los escritores tejen en su subconsciente cuando se quieren esconder de la realidad. Realidad que no es otra que no tener nada para expresar o producir

El incesante ruido del vibrador del celular, lo obligó a apartar la mirada infinita centrada en la barra del procesador de texto y mirar el visor del celular.

Pensó -Joder Carlos- era su jefe.

-Si- respondió Josh con un tono fingido del que está concentrado en algo muy importante

-Hola Josh, soy Carlos-

-Ah ¿qué tal?

-Bien, pero dejémonos de insustancialidades. Tu último trabajo es pura basura. Esto no es lo que pidió el cliente-

La cara de Josh cambiaba del pálido de su semblante por tantas horas de desvelo y poco sol a amarillo amargado, de saber lo que se le venía encima. Un sinfín de reproches, de quejas, de mierdas, que ya desde hacía tiempo le venían de largo. Lo que no sabía era que le iba a decir a continuación.

-Mira Josh, creo que tienes talento, pero hay gente que tiene fama y tu eres de los que cardaran siempre la lana. Lo siento, pero hasta aquí hemos llegado. Termina el último encargo y déjalo. Ponte a dar clases o a servir copas, lo que quieras…. Pero no me pidas más que te busque un trabajo de “fantasma”… tu genialidad ha desaparecido- aquella voz sonó muy convincente

– Vale- respondió Josh

-¿cómo? ¿Es que solo vas a decir vale?

-Si… también se decir… adiós-. Y automáticamente colgó el celular

Al otro lado de la línea de teléfono, Carlos sabia, que ese chico valía millones y que apretándolo un poco tendrían un gran escritor, pero primero se tendría que curtir haciendo relatos cortos o trabajando por encargo… En ningún momento se esperaba que le colgase… bueno, -Mañana te llamare- dijo en voz alta pues su equipo de trabajo estaba presente. Menos mal que tenía el manos libres apagado, hubiese perdido toda su fama de productor duro e inflexible delante de sus subalternos….

En la casa de Josh, el silencio reinaba. Claro, solo vivía con sus peces y aquel gato, que parecía que no vivía allí, pues nunca estaba. La llamada al principio lo puso nervioso, casi cardiaco. Pasó al estado de ansiedad, seguido de un refrenable pensamiento de contable de costes. Sí. Se había quedado sin trabajo… ya se veía como un paria vendiendo sus composiciones por las mesas de los cafés y terrazas de la zona de ocio de la ciudad a los incautos turistas. De nuevo su mirada, volvía al intermitente indicador de su procesador de textos. Empezó a pensar que algunas veces escribir es imposible. Que contar historias es como menos aburrido, Siempre hablando de cosas que a nadie le pasarán,

Seguía sin entender a los lectores, a la humanidad en general…. Leían situaciones que nunca se producen en la vida real. Ni quería hablar de amores imposibles, ni le apetecía escribir sobre un asesinato que al final el poli con síndrome de héroe caído resuelve, tampoco de besos como los de Romeo y Julieta… además, ¿Quién besa ya así?

La perspectiva se le hacía cada vez más insufrible. ¿De qué escribir? ¿Por qué nadie había escrito sobre la arruga de la sabanas de la cama al despertase? A él le hubiese parecido un tema fascinante, ¿no? Siempre le habían recordado a aquellas montañas que flanqueaban una ciudad andaluza cuando fue a visitar  aquellas ruinas de otras civilización pasada, o sobre la dificultad de escribir obligado, siendo eso, sí, se le ocurrió el término; “sicario de las letras”  o asesino de cuentos”;  no, eso no, demasiado prosaico y mohoso. Mejor “sicario de las letras”

Poco a poco, empezó a machacar las teclas y la historia no cobraba ningún sentido. Ni tenía coherencia, ni agilidad ni gancho. A cada reglón que escribía el tema se difuminaba, como el humo de un cigarro en el cenicero, al igual que este, su tiempo su arte, su narrativa se iba consumiendo, Pensó en incorporar alguna de sus grandes ideas, que reservaba para él o talvez revisar algún episodio de alguna novela y darle un giro. -Espera- se dijo para sí…-eso creo que es plagiar-

Si no estaba pendiente de lo que su cerebro le ordenaba y dejaba la mente en blanco, todas las historia terminaban en aquella frase que escuchó de los labios de Mario- deja de mirarme así- ¿Y cómo quieres que te mire?, pensó –Esta es la cara que tengo, los ojos que gasto y la atención que te presto… lo que sienta o que parezca que expreso es asunto mío… si eres tan valiente, o te sientes tan incómodo, porque no haces algo y pruebas a tomar tú la iniciativa-. Sabía perfectísimamente que nunca diría eso…

Aunque se obligó a escribir hasta altas horas y hacer un esfuerzo cuasi hercúleo por no desviarse del plan diseñado, su cerebro seguía gastándole la broma de tirar para las miradas cruzadas… así no llegaría a terminar ese encargo para mañana, ni para el viernes, ni trabajado todo el fin de semana, para el lunes siguiente. Le obsesionaba terminar aquella relación con Carlos, de forma lo más profesional posible.

Pero llega un momento que el hipotálamo de tu cerebro desconecta y entras en un sueño, en cualquier postura incluso incomoda. En un momento estas centrado en lo que haces y tres micro segundos después, tu subconsciente ya está hilvanado una historia en tu subconsciente. No te has dado ni cuenta, pero tus ojos se han cerrado ya no consigues distinguir lo real de lo onírico… de hecho no te acuerdas de que hace menos de un suspiro estabas intentado terminar de trabajar… Como fuese, la escena me pareció muy tierna. Con la mano izquierda apoyada en su cien, los ojos entrecerrados y el dedo incide de su mano derecha apoyado sobre la tecla del punto, que dejaba una estela infinita de puntos suspensivos en la hoja en la que estaba escribiendo, termino aquel día para Josh

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Lo que sacó en claro de todo esto, es que el síndrome de la página en blanco, no es un bloqueo, menos aún el resultado de que se te agotan las historias, sino la falta de la primera palabra de cualquier relato. En cuanto encuentras la primera oración con la que empezar, cualquier relato, ese mismo, cobra vida e incluso como he dicho, la falta de una historia, a veces produce, sino un buen cuento, al menos algo digno de ser leído y de ser apreciado, no solo por el público, sino por aquellas gentes que dedican su tiempo, esfuerzo y coraje en escribir algo para ser leído. Y es ahí y no en otro lugar, donde un escritorzuelo, se convierte en el protagonista de su mayor bestseller; la novela de su vida.

La página en blanco que contiene el bestseller de tu vida